lunes, 28 de octubre de 2013

LEONARD COHEN

NEW SKIN FOR THE OLD CEREMONY





Y ahora voy a contarles muy brevemente la historia de cómo conseguí mi canción, porque era un guitarrista indiferente. Yo mamporreaba la guitarra, sólo sabía unos cuantos acordes. Me sentaba con mis amigos, mis colegas; bebíamos, cantábamos canciones. En mil años nunca me vi como un músico o como cantante. Pero un día, a principios de los 60 estaba de visita en casa de mi madre, estaba frente a un parque, y en el parque había una pista de tenis, y allí iba mucha gente a ver a los jóvenes jugadores de tenis disfrutando de su deporte. Fui a ese parque que conocía de la infancia y había un joven tocando la guitarra flamenca y estaba rodeado de dos o tres chicas que estaban escuchándole y me encantaba cómo tocaba. Había algo en su manera de tocar que me cautivaba. Yo quería tocar así. Yo sabía que nunca sería capaz de tocar así. Así que me senté allí, con otras personas que escuchaban durante un rato, y luego se hizo el silencio... un silencio muy apropiado, y le pregunté si me daría clases de guitarra. Era un joven de España, y sólo podíamos entendernos con un poquito de francés; no hablaba inglés. Dijo "sí, te daré clases de guitarra". Dije: "vivo allí, en la casa de mi madre".
Quedamos y establecimos el precio de las clases y vino a casa de mi madre al día siguiente y dijo: "Déjame oírte tocar algo". Yo empecé a tocar algo y dijo: "No tienes ni idea de cómo tocar, ¿verdad?". "No, la verdad es que no sé tocar". "En primer lugar déjame que afine la guitarra, porque está desafinada. Cogió la guitarra, la afinó y dijo: "No es una mala guitarra". No era Laconte, pero no era una guitarra mala. Me la devolvió y dijo "ahora ponte a tocar". No sabía tocar mejor, la verdad. "Voy a hacer algunos acordes", y cogió la guitarra y produjo un sonido de la guitarra que yo, evidentemente, nunca había oído. Y formó la secuencia de acordes, así, de manera rápida. Y dijo: "Ahora hazlo tú". Y dije, no, no sé hacerlo. "A ver, déjame que use yo tus dedos y te iré diciendo dónde los tienes que poner" y los puso en el mástil. "Y ahora toca". Y fue un desastre. "Vuelve mañana", me dijo. Volvió al día siguiente, me puso las manos en la guitarra, la puse en mi regazo, en la manera adecuada, con la postura buena y empecé otra vez esos seis acordes y la progresión de seis cuerdas. Muchas canciones flamencas son en la progresión de seis acordes. Y la verdad es que me sentí mejor. Al tercer día mejoró la cosa. Pero ya sabía los acordes y sabía que, aunque no podía coordinar los dedos adecuadamente para producir el sonido correcto, era la pauta de sonido que él quería; sabía los acordes. Los sabía muy, muy bien.
Al día siguiente no vino. Yo tenía el número de la pensión de la que estaba quedándose en Montreal y llamé por teléfono para ver por qué no había venido. Y me dijeron que se había suicidado, y yo no sabía nada de este señor. No sabía de qué parte de España procedía, desconocía por qué había venido en concreto a la ciudad de Montreal, por qué se quedaba en Montreal en esos momentos, por qué estaba en esa pista de tenis. No tenía ni idea de por qué se había quitado la vida. Estaba muy triste, evidentemente. Ahora estoy contando lo que nunca había contado en público. Esos seis acordes, esa pauta de sonido de la guitarra, han sido la base de todas mis canciones, de toda mi música.

sábado, 26 de octubre de 2013

JOHN ZORN -MASADA-

ALEF




http://www.mediafire.com/?2umz3j60bxgnnz0


Joseph Haydn escribió,en los pequeños cuadernos de cuentas que llevaba en sus viajes, que intentaba calmar un antiguo sufrimiento sonoro procedente de Rorhau,en los confines de Austria y Hungría, originario de los años treinta delsettecento: el murmullo de la Leitha, el taller del mulero, el padre analfabeto, las leñas de carretería, el conocimiento del olmo, del fresno y del carpe, los varales, las ruedas y los timones, el yunque del herrero, las sacudidas de los mazos, las sierras y sus dientes -en suma, todo el patetismo del lazo infantil se precipitaba en sus ritmos. Se defendía componiendo. Hasta los meses que precedieron a su muerte, meses en que esos ritmos amortajaron a Haydn con una aceleración que le impedía no sólo transformarlos en melodías sino incluso anotarlos.